Tengo la tempestad quebrada por tu voz, que es más grave que
el agudo de un relámpago diciéndole a la Luz : ayuda.
Tú que con tu hoz de pesimismo siegas el campo de quien
siembra en sus pisadas un camino propio a recoger.
Tú que al pensamiento lo vendes por dinero y al sentimiento
le regalas oro para que adorne el veneno.
Tu que llamando al Do de pecho dejas voces en Si
sostenido
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